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27 febrero 2018

Ese lugar en mi cabeza (A propósito de "Call me by your name")

Últimamente estoy viendo bastantes películas. Últimamente no estoy de humor de hacer divagues de esas películas. Divagues al uso, me refiero: simplemente me apetece divagar propiamente, de una idea que la peli ha dejado en mi cabeza, o de una imagen, o una música, o algo así. 

Es un poco lo del anterior divague, donde la idea que me rondaba era la libertad, o mejor dicho, el "estar" libérrimo de los ninios, de algunos ninios, y que nació por "The Florida project". Aquel divague no iba de la peli; requeriría mucho más trabajo hacerle justicia. Igual que este no va de la última de Luca Guadagnino, el director de "A bigger splash", una peli que me gustó simplemente por su ambiente, por el lugar al que te lleva física y luego mentalmente (en ese caso, una isla tan del sur de Italia que casi es Túnez, Pallenteria. Ni que decir tiene que, con mi amor por el Mediterráneo menos-explorado, esta isla también pasó a estar en mi lista de "visitar"). 

Pero divago. Estábamos con Guadagnino y el ambiente de sus películas, la textura, el olor, la luz tamizada, el color, la bruma, la sensación que te deja. En "Call me by your name" ha rodado en Lombardía, al norte de Italia, en una casona que él dice que en el pasado quería comprar, pero que "ahora será suya para siempre", y que contribuye a crear ese ambiente mágico en el que transcurre aquel verano donde en principio no tendría que pasar mucho. 

He puesto alguna imagen de la casa para quien no haya visto la cinta, como vaga referencia; hay que ver toda la película sin embargo para entender donde está situada, en medio de la nada, y que el camino que te une con el maravilloso pueblo clásico italiano (creo que es Crema) se recorre en bicis ultra-fotogénicas o en coches vintage (son los 80, gran música en walkman o casettes). Esos paseos sin rumbo o aquellos en los que verdaderamente vas a hacer algo, a por el pan, o a poner un sello, me han llevado a esos veranos de la adolescencia donde podía remotamente ser uno de esos personajes en cuanto a lo de tener todo el tiempo del mundo en mis manos, un cálido y largo verano. Claro que nada que ver con el escenario: nunca estuve en una mansión y los alrededores de Vetustilla de la Torre nada tenían que ver con Lombardía (tal vez sí los de la Cerdanya.  Definitivamente sí los de la Cerdanya). 

Pero es que aquellos veranos no terminaban nunca, sus tardes no acababan nunca: eran como las de Alicia sentada en la rama del árbol, esperando a caerse al agujero. En la peli  los personajes tienen 6 semanas, !SEIS! para ser "tomados por la casa", y esto me llena de envidia y de recuerdos, y de gratitud a la vez: me lleva directamente a Agosto del 2013 donde experimentamos algo parecido-de nuevo, con distancias-, unas semanas en esa otra casa que son de las mejores vacaciones que he tenido. 


La pileta: en esta casa de la peli tenían una pileta, a falta de mejor palabra. Se trata de una especie de piscina antigua, de piedra, con agua que sabes (quieres creer) limpia, que tal vez venga de un río o manantial, pero no ves el fondo. No he encontrado buenas imágenes de la pileta, aparte de esta. En el jardín de mi casa de Vetusta, cuando yo era ninia había una. La usábamos de piscina; luego crecimos y se nos quedó pequenia. Mucho más parecida a la de la peli (y mucho más grande) era la del Monasterio de Iranzu, en Navarra, donde estuve de colonias a los 9 anios. Recuerdo que subíamos una cuesta y en un alto estaba esta especie de piscina con pan de rana. Nos daba igual. Eso es lo chulo: todo da igual, empezando por el agua helada, que seguro lo estaba. 

Aparte de aspectos formales, Guadagnino también te lleva a sitios con el contenido. Los amores de verano, alguien los ha podido olvidar? Era todo tan intenso, conocías a alguien, te volvías loca, loco, y cuando digo intenso alguna vez igual esa otra persona nunca se enteraba, todo pasaba en tu cabeza, otras veces sí, pero tal vez todo tan difuminado que a veces luego te preguntarías si todo no había sido un suenio: hay una imagen en la que los enamorados hacen un atisbo de cogerse las manos que es sobrecogedor. Pienso en veranos cuyo final era el fin del mundo, los zapatos de uniforme una tortura tras semanas en sandalias, el asiento de copiloto en el coche en lugar de tu bici, volver a misa tras los meses de anarquía, retomar la física y la química tras la maravilla de tus lecturas elegidas, la desaparición de los flash de coca-cola, no volver a ver el cielo estrellado desde el césped porque en la ciudad nada de eso es posible y la libertad aquella tan de puertas afuera se acababa. Cada anio seguías sin aprender que aquel amor con el que se acababa el mundo probablemente se olvidaría antes de la Primera Evaluación, y cada anio tenías la misma sensación de ahogo ante la separación, que nos plasma perfectamente este director. 

Y miro a Mini y pienso: "te queda todo esto por vivir, ojalá lo vivas bien". Y tal vez me he transformado en el padre de la peli y su discurso final, que viene a ser una versión del "No te vayas dolor, última forma de amar" de Pedro Salinas. Siempre merece la pena enamorarse en verano, aunque haya que sufrir luego. Disfruta del dolor, le viene a decir, porque estás vivo. Y ahora que lo recuerdo, uno de mis amores de verano, el de COU, me regaló ese poema... intenta no hacer demasiado danio, Mini, aunque a veces lo harás, sin quererlo, y a veces te lo harán, también sin proponérselo: así que no tengas miedo. 

Esto es lo que quiero para mi hija y, para mí? Yo no quiero una mansión en Lombardía para pasar mi verano: me conformo con un chamizo solitario en algún punto de la costa griega, en una montania que mire al mar. Tendré limoneros y cada maniana iré a recoger tomates para la ensalada. O berenjenas, o vainas, como hacíamos aquel verano de 2013, bajo la guía de la Yaya. Quiero una hamaca colgada entre dos árboles, con una pila de libros, y una mesa enorme bajo un porche hecho de parras. No necesito pileta, solo unos escalones de piedra que bajen al mar. 

Este es el lugar al que siempre acabo volviendo. Amor, Grecia, libros, limoneros, nadar y carpe diem. Ese lugar en mi cabeza. 



22 febrero 2018

La libertad ("The Florida Project")

La semana pasada vi "The Florida Project", la última pelicula de Sean Baker, y llevo desde entonces pensando en ella. Y en mi infancia, o parte de ella, y la de los ninios de hoy. 

"The Florida project" es para mí como estar trabajando, porque trata con ese segmento excluido de la sociedad, que la mayor parte de la gente que leerá esto solo conoce por las pelis, supongo. La gente se preguntará como pueden ser tan "cabezarrotas" de llevar una vida tan en la cuerda floja.

Aquí al lado de mi casa hay un par de hoteles donde mayoritariamente vemos turistas españoles e italianos, despistados con sus maletas, sonrientes cuando ven a Mini con su estúpido sombrerito de personaje de Enyd Blyton ("hemos visto a un autóctono" pensarán) pero donde nos consta tienen algunas habitaciones para alguna de esta gente: el gobierno los mete ahí. En los EE.UU. también alojan a algunas de estas familias en moteles de carretera, y ahí es donde se desarrolla la peli. Un motel pintado de rosa ya que pretende ser un castillo de princesas ("Magic Castle") porque está al lado de... bingo, Disneyland. El motel rosa le da mil vueltas a aquella pesadilla donde los Pedalistas se tuvieron que quedar porque no había habitaciones en Monterrey: un sitio inmundo y carísimo, y tiene piscina! Los habitantes, el del 15 ha estado en la cárcel, la del 9 tiene problemas con la botella... así le va introduciendo este lugar Moonee, la ninia de 6 anios protagonista a su nueva amiga, del motel siguiente -que se llama "Futureland" (como esa parte de Disneyland donde está "Space Mountain"-si no conoces este dato, estás de suerte), que se une a partir de entonces a ella y a Scooty, su compa de travesuras. 

Así que estos tres ninios se dedican, fundamentalmente, a vivir. Con poquísima supervisión de sus madres solteras,  a menudo en drogas, o buscándose la vida, el que se encarga un poco desde lejos de ellos es el responsable de la finca, que igual sirve para echar cloro a la piscina, como para arreglar la máquina del hielo. La peli tiene una rama social importante, en la que hoy no entraré. Porque lo que me ha maravillado son los críos, su energía y absoluta desaforada libertad.  Ellos son pequenios delincuentes, Oliver Twists del SXXI, que hacen auténticos desaguisados, roban, piden dinero a turistas para comprarse helados compartidos, dejan todo el motel sin luz, juegan con fuego... todo esto con el motel de fondo, pero también con otro aún mayor que lo inunda todo que es el parque Disney. Hay un establecimiento enorme que tiene forma de media naranja, las orejas de Micky Mouse están en alguna valla, las heladerias, los restaurantes... está todo al alcance de la mano, solo que estos ninios no pueden cogerlo.

Pero viendo la pelicula, una se da cuenta de que tienen mucho más que todos los pobres ninios ricos que tienen entradas para Disneyland: tienen una libertad tan inmensa que a una le dan ganas de gritar, a la mierda con lo correcto: estos ninios están pasando el verano de su vida. Imposible no volver a los veranos de la gente de mi edad en los pueblos, cuando te ibas de casa con la bici por la maniana, pasabas rápido a comer,  desaparecías hasta la cena, y luego ya hasta las mil. Qué hacíamos? Pues era un poco Huckleberry Finn, sin el glamour: ir al río, a baniarnos en pozas, al molino, al pantano, al pueblo de al lado, a la arboleda, a las cuevas... era una sensación única, al menos para mí, ninia de ciudad. 

Y hoy miro a Mini, cuando máxima preocupación en este momento es "andar sola", es lo que le gusta de Bellver "podía ir sola", simplemente por el placer de hacerlo. Lo recuerdo tan bien. Y conociendo a mi hija, sé que pese a lo que le gustó aquel Disneyland, lo cambiaría claramente por un verano de delincuencia con Moonee y Scooty.

17 febrero 2018

"La casa de Bernarda Alba" en el Cervantes Theatre: De donde venimos

En el colegio del Paseo de los pájaros que cantan bien no se hacía Lorca en la obra de Tercero de BUP. Recuerdo "Los árboles mueren de pie" o "La barca sin pescador", aunque yo no pude participar porque la obra era cosa solo de las de "letras". No porque ellas fueran más amantes del arte que nosotras, sino porque tácitamente se pensaba que las de "ciencias" teníamos cosas más serias que hacer, como estudiar. Así era la mentalidad de las monjas en aquello, no hace falta entrar en cómo sería con otras cosas y en por qué nunca se representaría Lorca en aquel salón de actos. 

Pero había vida fuera, aunque ellas nos la intentaran ocultar. Una de mis amigas de otro colegio fue Bernarda en su obra anual: cuántas veces hablamos de Bernarda, la obra, el personaje en aquella época. Y yo leí a Lorca igual que leí "San Manuel Bueno Mártir" o "Retrato del artista adolescente", sin ser parte de ningún programa lectivo, en mi casa, sin que ellas se enteraran. Los de ciencias para todo esto teníamos que ser autodidactas. Lorca me dejó una impresión enorme, tanto "Bodas de sangre", como "Bernarda", por no hablar de "Yerma". Desde entonces, no recuerdo haberlas revisitado en el teatro; pero igual me equivoco. 

El martes pasado fuimos a ver "La casa de Bernarda Alba" en este nuevo proyecto que ha montado el actor Jorge de Juan en Londinium, el "Cervantes Theatre". Es el primer teatro en castellano de la ciudad, donde se representan obras tanto en nuestro idioma como en inglés. Está situado en un sitio mágico: en un arco bajo las vías del tren (cuánto me gustan estos espacios ya lo he contado otras veces), y es pequeñito: tiene 80 butacas en "U" y no hay escenario, así que puedes literalmente tocar a los actores. Está en Southwark, esa zona del sur del río de la que he hablado tantas veces a propósito de mil cosas, desde Oliver Twist, hasta la Tate Modern, bajo la mirada del Shard. Southwark es una zona de teatros, ahí tenemos el Globe, The Old Vic, The Young Vic, the National Theatre... ahora está también el Cervantes Theatre. 

"La casa de Bernarda Alba" se representó aquí antes de Navidades, y cuando quise comprar entradas, ya estaba todo vendido. Unos días se hacía en inglés, otros en castellano. Las actrices eran distintas, aunque algunas, bilingües, participaban en las dos. Mónica (una de mis amigas de aquí, que en su instituto había sido Adela, la hija más joven)  fue entonces a verla en inglés, y le encantó. Ahora la han repuesto y tuve la suerte de encontrar entradas para castellano. Para mí, siempre que se pueda, en original, no quiero intermediarios. 

Todo el mundo conoce la trama de "Bernarda": la metáfora de la España de la época, de la represión-sexual y vital, la importancia de las apariencias, la hipocresía, y todo lo que esto genera, de odio, de rabia, de desesperación. La mayor parte de la gente en el público eran jóvenes, típica "gente de paso" en esta ciudad que estarán aquí 4-5 años y que luego volverá... esos veinteanieros que ves en los aviones y que tú fuiste un día. Yo pensaba, igual vosotros veis esto como si fuera otro planeta, algo que existió hace siglos en un lugar lejano. Definitivamente, los que vayan a ver la obra en inglés (no digo solo ingleses porque en esta ciudad el resto somos legión), mucho menos. Pero yo, aunque evidentemente no he vivido una situación ni de lejos similar a ese cortijo andaluz de los años 30, yo, algo veía ahí que resonaba tanto, que me daba cuenta que de ahí es donde venimos, los españoles y más terriblemente las españolas. Las monjas y sus otros candados. Los pueblos y sus otras rejas. Las ciudades de provincia y su paseo los domingos por la tarde.  

La puesta en escena es impresionante: tan simple que duele. Si miro el vídeo de promoción que he puesto abajo, nada tiene que ver con "la casa" que allí se recrea y que el espectador aumenta con su imaginación. En mi mente no hay verde, no hay sol... lo único que hay es rejas, paredes encaladas, y sábanas blancas. Y ellas, tan de negro: cuando hacen su primera aparición, con un velo sobre las cabezas, parecen una cofradía de muertas. Dan miedo, pero las que están en el fondo aterrorizadas son ellas mismas. Las interpretaciones son espectaculares: desde la primera escena, con Poncia la criada que te hace sentir el dolor de sus rodillas-tan típico de las abuelas españolas- cada vez que se mueve por la escena, hasta la impresionante Bernarda (Amparo Climent, qué voz tiene ese señora) pasando por las hijas: Magdalena, pura fuerza pese a sus lágrimas, Martirio, tan oscura, Amelia, tartamudea de insegura,  Angustias, la vieja, y Adela, vital y rebelde. Cuando luego ves a las actrices en el panfleto, sonrientes, no las reconoces: tal es la trasformación que sufren bajo ese negro, esos arcos, esa opresión. Y los hombres, no están, pese a estar tan presentes: Pepe el Romano está solo en nuestra cabeza, qué genialidad la de Lorca. 

No puedo recomendar más esta producción: emociona y revuelve. Y a mí personalmente me ha hecho agradecer que no nacimos 100 años antes, donde ser mujer era aún más difícil que ahora. Y darles un corte de manga a las monjas, a los pueblos, a las ciudades de provincia. 




11 febrero 2018

Tokio Blues (Norwegian wood) de Murakami: culpable

Cartas boca arriba: me siento con la necesidad de justificar esta lectura, el "Norwegian wood" (llamado "Tokio blues" en la edición en castellano) de Haruki Murakami, ya desde el primer párrafo. En casi todo momento leyéndolo me he sentido culpable. Pero no culpable en plan "placer culpable", culpable en plan... Culpable.


Fashion me había dicho "no es para ti", otra gente "no lo intentes", pero estas pasadas Navidades, cuando me quedé sin libro en Vetusta, se me quedó mirando mientras rebuscaba en la librería familiar. "Venga, quieres", dijo.  Y fui al Peda, que lo había leído  un año antes en circunstancias similares, quien declaró: "ha ido creciendo en mí" (patética traducción literal del inglés "it has grown on me" para significar algo que ha mejorado con el paso del tiempo). Pero recuerda más recientemente tu perplejidad con su ensayo "A qué me refiero cuando hablo de correr", le espeté. Sí, pero. Total que vaya, pelillos a la mar: así fue como, con aprensión me lancé.

Para situarnos: durante todo el libro me he preguntado mil veces si esto, si la absoluta nada formal de la novela tiene que ver con la traducción del japonés. Tiene que ser, me decía, son dos lenguas tan en las antípodas que ha de ser eso. Porque no puede ser que a este hombre le den tantos premios con esta prosa. Pero de vez en cuando me encontraba con alguna idea medianamente interesante, imágenes, conceptos. Solo de vez en cuando. Y seguía. 

Seguía fundamentalmente porque luego estaba el volver a Japón, que es lo que me ha mantenido hasta el final. He vuelto a las noches de Shinjuku, al neón de Shibuya, a los ejecutivos borrachos (alguion recuerda a Take y Shiga? uuuuu!!!!!), a las colegialas extrañamente sexualizadas con medias negras a media pierna, 3 cms por debajo de las minifaldas plisadas. He vuelto al humo por todas partes, en los restaurantes, en los bares, en todos los sitios menos la calle (donde había "reservas" para fumadores), al bento, tempura, ramen, gyozas y otros platos que nunca probé. En fin: puro Japón.

Pero ante todo el libro es un Japón que el turista rara vez verá allí, pero al que que todos estamos acostumbrados por la leyenda y los datos de suicidios de la OMS. Por mucho que conozcas algún japonés cuando vas a la isla, de pasada no vas a apreciar su existencialismo vital. Has leído que es uno de los países desarrollados con más suicidios del mundo, y tal vez hayas leído algunas formulaciones sobre el tema: el tradicional seppuku de los samurais, los kamikazes de la Segunda Guerra Mundial, el hecho de que es su cultura el suicidio no ha sido nunca pecado, sino más bien una salida honorable en según que situaciones. Ante problemas económicos, se sospecha que muchos ancianos pueden matarse, y no se investiga mucho, aunque su muerte sea ambigua. Al sentarte un momento en un café de Tokio y verlos salir y entrar del metro, en masa, una se pregunta si el alto porcentaje de ellos que llega a la soledad de uno de esos apartamentos pequenisimos, no se plantea casi a diario, para qué? Los japoneses no aceptan quejarse, patalear, no se expresan los sentimientos, y esa frustración por obedecer ciegamente las normas no puede ser saludable. La tecnología no ayuda, y el país está lleno de hikikomoris (un personaje de la novela es uno), esa gente que se mete en casa y no sale ya más. 

Todo esto aparece en la novela, en la que según el Peda "no queda ni el apuntador", aunque exagera: alguno no se suicida. Creo. Aunque a medida que vas leyendo te acaba pareciendo más liberación la muerte que la vida de Watanabe, el prota, y sus terroríficos domingos por la tarde en Tokio. "Cuántas decenas, digo centenares de domingos como estos me quedan por vivir?". O sus días lectivos en la universidad, y sus sesiones de sexo (vividas o imaginadas) maratonianas, o tal vez no tanto, pero se me han hecho o transmitido muy cansadas. O sus amistades- es uno de esos chicos amigo siempre de chicas con novio- cada cual más extraña: una se pasa diagnosticando posible autismo durante toda la novela, o pensando que se ha quedado anticuada cuando cree que no parece muy normal pedirle a un amigo, como favor, que piense en ti cuando se masturba. El personal del sanatorio mental donde viaja  a ver a la ex de su amigo, que se suicidó (obviamente, y que "seguirá por siempre teniendo 17", mientras el resto envejecemos), no se sabe si está peor que los pacientes, y una se pregunta aquel clásico "Quis custodiet ipsos custodes? " ("quién guardará a los guardianes"). Me ha gustado ir con él a esta especie de montaña mágica del sanatorio porque he estado de vuelta en la isla de Kyushu, en casa de Junya y Shino en Kurokawa Onsen, esos días tan chulos. 

Lo que más me ha interesado formalmente de toda la novela es cómo describe una época de depresión: "El único recuerdo que conservo de 1969 es un lodazal inmenso. Un profundo lodazal, viscoso y pesado, donde cada vez que daba un paso se me hundían los pies. Y yo lo cruzaba haciendo un esfuerzo sobrehumano. No veía nada, ni delante ni detrás de mí. Solo un cenagal de tintes oscuros extendiéndose hasta el infinito. (...) No lograba orientarme. Solo sabía que tenía que ir a alguna parte y que por eso movía los pies". Hay partes, como esta, que me han hecho que me reconcilie un poco con el libro. La depresión como lodazal del que te cuesta separar los pies. O cuando ha hablado de su especial relación con la muerte, que estoy segura no es murakamiesca sino japonesa, "la muerte no se opone a la vida, la muerte está incluida en nuestra vida. Mientras vivimos, vamos creando la muerte al mismo tiempo". 

"Tokio Blues" no ha sido-ya lo sabía- "El marino que perdió la gracia del mar" de Yukio Mishima, creo que lo único japonés que he leído y me encantó. Entiendo perfectamente su éxito como bestseller, pero me intriga su reconocimiento académico. No puede ser que todo esté perdido en la traducción, porque no se perdió para mí con Mishima. Sigo perpleja y, al terminar el divague por lo menos me siento algo menos culpable. Creo. 


06 febrero 2018

100 años de voto de las mujeres en el Reino Unido


Fue hoy, hace exactamente cien años: después de que hubiera mujeres encadenadas a verjas, mujeres en huelga de hambre y muhco más (que ya contamos aquí, a propósito de la película "Sufragette" ) se aprobó e voto de las mujeres en el Reino Unido . WELL DONE, SISTER SUFRAGETTE!!


El feminismo es uno de los distintivos más frecuentes del divlog (105 entradas) que podéis explorar aquí.  Entradas que hablan de la necesidad de luchar por la educación de las niñas, de la violencia contra las mujeres, a lo bestia cuando nos matan, nos protituyen,  o nos usan como incubadoras, o incluso a las niñas, o nos hacen gestos obscenos por la calle, o cuando nos presionan y todo es más difuminado.  

Hemos divagados sobre la maneras de ser feminista (y retado a "las otras"), incluso explicado el feminismo para niñas de 5 años, de cómo sobrellevar a las yummy mummies del colede cómo mandar a paseo al que te llame feminazi y hemos dado guías prácticas de cómo reconocer a una, o a saber si tú lo eres

Hemos descrito el patetismo de los viejos que superan en 20 años a sus novias:  de esto tenemos hasta relatos y relatos

Hemos hablado de mujeres con carreras que admiramos: genéticas, remeras, médicas, escritoras (George ElliotVirginia Woolf, Zadie Smith, Lucia Berlin, Jane Austen, Carmen Martín Gaite, entre otras).

Hemos divagado de instituciones machistas como el matrimonio y la iglesia. Del orden de los apellidos, del concepto "conciliar", de mujeres al mando, de la insoportables parejas televisivas con tipo feo gracioso y tía siempre buena.

Como está claro que el cuerpo de la mujer sigue siendo un campo de batalla, así que hemos divagado sobre la lactancia materna, del aborto, de la importancia de quitar la mujer en tetas de la página 3 de un periódico, de lo hartas que estamos de tener que salir en bragas hasta en una peli espacial, o de destrozarnos la espalda con estilettos que los puede llevar su tío, de operaciones de estética (incluso del coño!), de la tiranía de la delgadez

Y hemos recomendado pelis que llaman la atención sobre el tema de las mujeres (Boyhood, The Stepford wives, Hecho en Dagenham, El viaje de Chihiro,  Agora) y atacado sin piedad a pelis o libros que nos dan grima, como las famosas sombras de la imbecilidad. 

También nos hemos paseado por las calles de Londinium, y puesto fotos de estatuas de algunas de estas mujeres, como esta, en el parquecito detrás de las Casas del Parlamento. A día de hoy sigue sin haber ninguna mujer en la famosa Plaza del Parlamento, la de detrás del Big Ben, donde están Disraeli, Churchill, Mandela y otros. Por fin, este pasado otoño se ha comisionado una estatua de Millicent Fawcett, una de las lideresas del movimiento sufragista. Su frase: "El coraje llama a coraje en todos los sitios" nos tendrías que ilumnar a todas. Como siempre, mi admiración y mi agradecimiento a todas esas mujeres que lucharon. 



Y lo extiendo a las que seguimos ahora, porque sigue la brecha salarial, la violencia, el acoso, la discriminación. 


LA LUCHA CONTINUA!!!